¿Cuando es el momento exacto en el que descubres que te has
independizado? ¿Cuándo haces tu primera mudanza? ¿Tu primer desastre en
cocinando para 1 una cantidad de 20? ¿Tu primer recibo de la luz?
No, la primera vez que te das cuenta de que has
independizado es cuando te das cuenta de que todos llevan sus planes, que viven
su vida y que realmente ya no tienen la necesidad de incluirte a ti en todos.
Tal vez tu vivas solo, con una vida social deprimente y anhelando un gato que
te haga compañía, pero la vida de los demás sigue igual. Ellos no han cambiado
de trabajo, de ciudad o de horario. Ellos tienen sus mismas horas de trabajo,
las mismas escapadas de tiendas… su misma vida. Darte cuenta de eso no es
fácil, menos asumirlo.
A ese sentimiento lo he llamado yo “la crisis del recién
fugado”.
La crisis del recién fugado puede afectarnos a cualquiera.
Yo llevaba ya 7 años fuera de casa y aun no me había dado cuenta. El motivo era
fácil. Antes estaba estudiando.
Los fines de semana de los
universitarios, al menos de los universitarios de arquitectura son muy
distintos a los que “American pie” quiso demostrar a nuestros padres. Nada de
juergas eternas y borracheras imposibles mezcladas con orgías diversas y
lesbianismo curioso.
La realidad es que los fines de
semana son para hacer la entrega del lunes. O lo que es lo mismo, trabajos
eternos y prácticas imposibles mezcladas con libros diversos y estructuras
curiosas. Así que durante esos largos años de estudio, no eres consciente
plenamente de que te has independizado.
Yo, me he dado cuenta al empezar
a trabajar. Vamos a ver, viviendo sola, la única compañía que tengo es la de
los pelos que se me han caído al cepillare y que me recuerdan, como señales
aborrecibles, que debo limpiar aunque pase menos horas en casa que fuera de
ella. De las 24 horas del dia, entre 7 y 8 son para dormir, 1 para hablar por
teléfono y unas 9 y media horas en el trabajo (incluyendo el rato de comer). 1
hora de gimnasio y el resto…. El sofá y
yo, una conjunción perfectamente mortal. Así que te preparas para el fin de
semana, sueñas y anhelas con tardes de compras y charlas animadas. Viajo 4
horas hasta casa, con la maleta llena de ropa sucia y la cabeza llena de ideas
y encuentro… pues básicamente lo que se ha hecho un fin de semana normal
durante toda mi vida en mi casa “dormir y ver películas”. ¡Y es lo normal!
Ellos entre semana hablan de sus cosas y a mi me llaman media hora al día para
contar novedades, por lo que no hay grandes noticias para contar, porque las
grandes historias diarias, pasadas unos días, dejan de tener chiste. ¿Salidas
de compras? ¡Ellos van entre semana! Al medio día, como siempre, aprovechando
la tranquilidad de las tiendas y así tener excusa para comer mi madre y mi
hermana fuera de casa el dia que mi padre tiene reunión fuera.
Y de repente… 4 horas de viaje de
vuelta. Cojonudo, otro fin de semana en el que no has descansado, porque 8
horas de viaje cansan. Y en el que nos has hecho absolutamente NADA.
Ese momento, ESTE momento que
estoy viviendo, es cuando me doy cuenta de que ahora sí, me he independizado,
al menos, de una manera espiritual. Mi familia vive su vida y el hecho de que
yo durante la semana no tenga otra cosa que hacer más que trabajar e ir un rato
al gimnasio no es culpa de ellos.
Así que, queridos reyes magos,
por navidad quiero un gato. Sí, nunca, jamás, me han gustado los gatos, pero es
que los perros no pueden estar tantas horas solos. Así que quiero un gato, a
ser posible de pelo corto que con los pelos que suelto yo ya hay suficientes en
los metros cuadrados de mi piso. Un gato de raza pequeña y tranquila. Pero que
sea mimoso, que el sofá no reacciona por mucho que lo abrace.
Queridos lorceros, bienvenidos a
la crisis del recién fugado, o lo que es igual, bienvenidos a la crisis de los
25 años.
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