domingo, 28 de diciembre de 2014

LA CRISIS DEL RECIÉN FUGADO

¿Cuando es el momento exacto en el que descubres que te has independizado? ¿Cuándo haces tu primera mudanza? ¿Tu primer desastre en cocinando para 1 una cantidad de 20? ¿Tu primer recibo de la luz?
No, la primera vez que te das cuenta de que has independizado es cuando te das cuenta de que todos llevan sus planes, que viven su vida y que realmente ya no tienen la necesidad de incluirte a ti en todos. Tal vez tu vivas solo, con una vida social deprimente y anhelando un gato que te haga compañía, pero la vida de los demás sigue igual. Ellos no han cambiado de trabajo, de ciudad o de horario. Ellos tienen sus mismas horas de trabajo, las mismas escapadas de tiendas… su misma vida. Darte cuenta de eso no es fácil, menos asumirlo.
A ese sentimiento lo he llamado yo “la crisis del recién fugado”.
La crisis del recién fugado puede afectarnos a cualquiera. Yo llevaba ya 7 años fuera de casa y aun no me había dado cuenta. El motivo era fácil. Antes estaba estudiando.
Los fines de semana de los universitarios, al menos de los universitarios de arquitectura son muy distintos a los que “American pie” quiso demostrar a nuestros padres. Nada de juergas eternas y borracheras imposibles mezcladas con orgías diversas y lesbianismo curioso.
La realidad es que los fines de semana son para hacer la entrega del lunes. O lo que es lo mismo, trabajos eternos y prácticas imposibles mezcladas con libros diversos y estructuras curiosas. Así que durante esos largos años de estudio, no eres consciente plenamente de que te has independizado.
Yo, me he dado cuenta al empezar a trabajar. Vamos a ver, viviendo sola, la única compañía que tengo es la de los pelos que se me han caído al cepillare y que me recuerdan, como señales aborrecibles, que debo limpiar aunque pase menos horas en casa que fuera de ella. De las 24 horas del dia, entre 7 y 8 son para dormir, 1 para hablar por teléfono y unas 9 y media horas en el trabajo (incluyendo el rato de comer). 1 hora de gimnasio  y el resto…. El sofá y yo, una conjunción perfectamente mortal. Así que te preparas para el fin de semana, sueñas y anhelas con tardes de compras y charlas animadas. Viajo 4 horas hasta casa, con la maleta llena de ropa sucia y la cabeza llena de ideas y encuentro… pues básicamente lo que se ha hecho un fin de semana normal durante toda mi vida en mi casa “dormir y ver películas”. ¡Y es lo normal! Ellos entre semana hablan de sus cosas y a mi me llaman media hora al día para contar novedades, por lo que no hay grandes noticias para contar, porque las grandes historias diarias, pasadas unos días, dejan de tener chiste. ¿Salidas de compras? ¡Ellos van entre semana! Al medio día, como siempre, aprovechando la tranquilidad de las tiendas y así tener excusa para comer mi madre y mi hermana fuera de casa el dia que mi padre tiene reunión fuera.
Y de repente… 4 horas de viaje de vuelta. Cojonudo, otro fin de semana en el que no has descansado, porque 8 horas de viaje cansan. Y en el que nos has hecho absolutamente NADA.
Ese momento, ESTE momento que estoy viviendo, es cuando me doy cuenta de que ahora sí, me he independizado, al menos, de una manera espiritual. Mi familia vive su vida y el hecho de que yo durante la semana no tenga otra cosa que hacer más que trabajar e ir un rato al gimnasio no es culpa de ellos.

Así que, queridos reyes magos, por navidad quiero un gato. Sí, nunca, jamás, me han gustado los gatos, pero es que los perros no pueden estar tantas horas solos. Así que quiero un gato, a ser posible de pelo corto que con los pelos que suelto yo ya hay suficientes en los metros cuadrados de mi piso. Un gato de raza pequeña y tranquila. Pero que sea mimoso, que el sofá no reacciona por mucho que lo abrace.

Queridos lorceros, bienvenidos a la crisis del recién fugado, o lo que es igual, bienvenidos a la crisis de los 25 años.

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