viernes, 28 de noviembre de 2014

No seas una princesa, ya eres una reina

Queridos lorceros.

Hoy no voy a hacer comedia sobre lo que a todos nos pasa, sobre mi vida o sobre mi manera de ver las cosas. Hoy, vais a permitidme que os pida ser los mensajeros de algo que revolotea en mi mente desde que vi el otro día un blog y me angustió. 

Buscando imágenes divertidas para el blog, encontré una muy graciosa de dos niños mirando una báscula. La niña le decía al niño "no la pises, cuando lo hace mi mama llora". Al principio de leer el blog, en mi mente sonaba la voz ficticia de la escritora como quiero que suene la mía cuando vosotros me leéis. Una voz risueña, despreocupada y divertida.

Sin embargo, conforme avanzaba mi lectura, la voz risueña se convirtió en una entre "doña perfecta y enferma". Cuando me di cuenta, llevaba varios minutos leyendo un blog de "princesas". Para los que no sepáis a que me refiero, las "princesas" son como se auto denominan un grupo de jóvenes enfermas de anorexia y bulimia que comparten sus historias en internet para "ayudar" a otras chicas a adelgazar.

Esta joven, ya no una niña, contaba con orgullo los años que llevaba enferma. Ella no lo llamaba enfermedad, tan simple como que no lo tenía asumido, ella sólo aceptaba que estaba algo obsesionada con el peso. Incluso veía como victorias lo que realmente para ella lo eran, como las veces que había pisado un hospital o el número de desmayos.

Quise saber quien era esa chica, correr a su casa y decidle a los padres lo que ellos de sobra saben, que su hija está enferma. Quise ayudarle, eliminarle el blog y zarandearla hasta dejarle sin aliento, quise GRITARLE lo feliz que soy con mis "kilos de más"... Quise asegurarle que lo que marca la báscula no indica un valor de superación propia. Que todos podemos ser felices si dejamos la báscula a un lado y nos preocupamos de nuestra salud, no de las lorzas.

Cuando empece este blog, hace un mes, más o menos, mi idea fue siempre que disfrutarais de mi manera de amar la vida. Amo mis lorzas, amo el chocolate y los donuts. Si veo que empiezo a tomar mucho peso, voy al nutricionista y adelgazo. Y si no, pues disfruto comiendo. 

Puede que sea feliz como soy porque no antepongo mi cuerpo a mi. Y para eso, lo primero que hay que hacer es aceptar como es cada uno. 

Yo jamás seré Claudia Shiffer. Mido 1,62m, paso sobradamente los 70 kilos y mi talla ronda siempre la 42. Mi pelo es rizado y castaño y mis ojos casi negros. No, nunca seré Claudia Shiffer. Yo siempre seré yo. Y como tal, me acepto.

Me acepto siendo ruidosa, escandalosa y con una risa demasiado estrambótica que hace que todos me miren. Algo friki y tal vez algo nerd. Se que hay a quien le parezco genial y para otros soy una estúpida (no son suposiciones, me lo han dicho a la cara). Sin embargo, me hace tanta gracia (sin ironías) tanto una cosa como la otra, principalmente porque el sentimiento suele ser correspondido. 

Ojalá pudiera decirle a esa chica todo esto. Decirle lo feliz que soy y que ella, que cree ser feliz viviendo una vida basada en la báscula, puede llegar a ser plenamente feliz. Me gustaría poder ayudarla.

Y este es mi modo de hacerlo. Querida compañera bloguera, si algún día, por pura casualidad, me encuentras como yo te encontré a ti, quiero que sepas que soy feliz con mi kilos. Que cada día, cuando me miro al espejo, me hago por ver guapa. Y para verme guapa debo verme a mi misma reflejada, vestida cómoda, con mi pelo cada rizo "pa un lao". Debo ser yo, la verdadera yo. No la actriz o modelo de la tele. Sólo yo.

Si me encuentras, olvídate de pesarte por unos días. Obligate a sonreír cuando te veas las legañas y el pelo hecho un desastre. Sal de casa, vestida con tu ropa favorita y... Pasea. Sólo camina, altiva y orgullosa. Sonríe a todos los que pasen y te vean. Verás como todos te devuelven la sonrisa y todos verán en ti, no a una princesa, sino a una reina.


Muchas gracias lorceros por leerme y, si podéis, compartir el blog desde Facebook para intentar que muchas princesas lleguen a ser reinas.

viernes, 21 de noviembre de 2014

La resaca del pilates

Queridos lorceros:

En mi anterior entrada prometí que iría al gimnasio y dicho y hecho.
Me apunté ayer, y presa de la euforia del momento, corrí a casa a cambiarme y ponerme mi súper nueva equipación (ya os dije que siempre me compro algo nuevo para motivarme).

Me hicieron pagar mes y medio de golpe, pero yo oye, que no había problemas, estaba tan feliz porque iba a empezar una nueva etapa que si viene el demonio con un contrato por mi alma locera, lo firmo. Aunque hoy, a estas horas, creo que fue exactamente lo que hice.
Al caso, que a las 8 y media de la noche, ataviada con mi superchandal, acudo a la sala de Pilates. No empezaba hasta las 9, pero yo iba temprano, no fuera a ser que no me diera tiempo. Así que ahí estoy yo, monisima de la muerte y metiendo barriga "pa" disimular las lorzas con la licra del chandal, cojo mi esterilla, me descalzo y... La cara de "no es donde me he metio el culo" se me tenía que notar, porque el muchacho que daba la clase se me acercó rápido.

Colocada al lado del espejo y flanqueada por una menopausica cincuentona y una vieja de más de 70 años empieza mi clase. La menopausica fue mi mayor consuelo. No porque fuera tan torpe como yo, porque el marido debe de estar la mar de feliz con tremenda flexibilidad, sino porque era la otra que casi casi casi, sudaba como yo.
Ahora que yo alucinaba con la vieja. ¡El culo lo tenía como la del anuncio del Decathlon! ¡Os lo juro! ¡Y menuda flexibilidad! Y claro, yo giraba la vista hacia mi derecha para  no imaginarme el ridículo que tenía que estar haciendo al lado de esas dos y allí me encontraba, en todo mi esplendor, reflejada en el gigante espejo. La súper fabulosa deportista se había convertido en Michelin el de las ruedas metido en una sauna.

La cara más roja que un tomate, la camiseta gris delatando mis sudores y el pelo tan mojado que parecía que acababa de salir de la ducha. ¡Hasta las bragas las tenía "sudás"!.

Ahora que, lo malo no fue la hora de suplicio deportivo, ¡lo malo esta siendo las más de 24 horas desde entonces! ¡Que dolor! ¡Hasta las pestañas me duelen! Con decirnos que reír es una agonía más que una alegría. 
No puedo ni levantar ni los brazos. Tengo agujetas hasta en el carnet de identidad.


Ahora entiendo porque te hacen pagar mes y medio, porque si no el primer día te dejan "pa" devolver el carnet y dormir durante toda la eternidad.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Los deportes y yo

Quien dijo que amores reñidos son los más queridos no vio mi relación con los deportes. No sólo con uno, el odio es general así para todos. 
El caso es que a proponérmelo no me gana nadie. Cada septiembre me juro y perjuro que iré al gimnasio, que me encantara y que me engancharé al deporte. Mis piernas se vas a poner duras y el culo prieto, mi barriga se convertirá en el idealizado "vientre plano" que jamás he tenido. Vamos que la Claudia Schiffer a mi lado se va a quedar en "mantillas". 

Así que todos los septiembres parte de mi paga se ha ido todos los años en el Decathlon. El Decathlon no es el paraíso de los deportistas. No queridos lorceros, el Decathlon es nuestro paraíso de sueños deportistas frustrados. Pasas entre los pasillos de la gran superficie, admirando fotografías de tías delgadisimas y guapísimas, con ese culo levantado y prieto que tu anhelas y con ese vientre plano que sólo tienen los ángeles de Victoria Secret o las conejitas de Playboy, y seamos sinceras, no pensamos en lo bien que le queda esos pantalones, pensamos "a ver pá qué hace esa deporte si ya esta delgada". Al menos yo soy incapaz de asociar el deporte y la felicidad, oye, que mira que lo intento, pero las agujetas, los tirones y los picores de la circulación casi que hace que a una se le quiten las ganas de sudar. 

Sin embargo nadie puede decir que no me lo proponga, y que no estoy bien equipada, porque realmente el Decathlon vive de ser el paraíso de los sueños rotos deportistas de los que como yo, nos sacamos el carnet de conducir porque así nos ahorrábamos andar. Y vive de nosotros porque si nos compramos equipacion nueva parece que te entran más ganas de hacer deporte.

Lo malo es cuando te encuentras con 3 pares de zapatillas de deporte en perfectísimo estado y exactamente iguales. Bueno, exactamente no, unas son blanca y grises, otras blancas y azules, y las últimas blancas y verdes. Aunque claro estas últimas prefiero que la gente no las vea mucho, porque hay que ver que verde fosforito más feo le pusieron. 

En fin, volviendo al asunto. Que me empiezo a quedar sin deportes nuevos que descubrir y mira que he intentado muchos, porque hay que probar por sí cuela y te engancha.

El baloncesto, horrible. Siendo paticorta y patosa la canasta que sólo llegaba a ver era en la que guardábamos las pelotas al final de la clase.
Fútbol, pues más o menos igual, prefería el puesto de portero, eso es cierto, pero porque la mayoría del tiempo se está quietecito y en su sitio.
El volleyball terrible, tan mala que era la única a la que el profesor no cambiaba de posición:el banquillo (yo tampoco ponía pegas la verdad).
Atletismo... ¿Correr? ¿En serio? Y ya si era con obstáculos....
Tenis, siempre acaba de recoge pelotas. Otra posición cómoda pero igualmente  aburrida.
Gimnasia rítmica, bueno, era tranquilito, los lazos molaban, los aros se me caían, las pelotas no las cogía, agilidad ninguna, flexibilidad cero, pero los lazos molaban (aunque también se caían)
Bicicleta... Omitamoslo
Aerobic, step y derivados bien la primera semana, la segunda nunca fui.
En fin, que me queda natación y "pa" no pasar vergüenza, porque nado como mis perros, buceo. Pero no mucho ¿eh? Lo justito.

Sin embargo voy a apuntarme otra vez al gimnasio y esta vez de verdad.
A probar el yoga y el Taichi, a ver si como es tranquilico, me va bien y esta es la buena.
Así me dejo de intentar arreglar las lorzas y empiezo con los chacras, que parece que me hace más falta.

¡Gracias por leer queridos lorceros!



viernes, 7 de noviembre de 2014

Viajes a lo cateto

Viajes a lo cateto

Hoy voy a hablaros de esos maravillosos viajes que se hacen con poco dinero, muchos tupper (o "tapes" como los solemos pronunciar todos aquellos a los que nuestro nivel de inglés es triste y agonizante) y muchas ganas de reír. Esos viajes de macuto y zapatillas, de gominolas y cojines.

En mi casa somos de viajar, y viajar mucho. Mis padres son dos almas errantes y curiosas que quieren descubrir el mundo como sea. Por eso y gracias a eso, hemos realizado viajes de hotel y avión y de furgoneta y hostal. ¿Cuales son mejores? Mil veces siempre diré los de furgoneta.

Los días anteriores al viaje no tienes que preocuparte de preparar esos tacones nuevos o ese vestido fabuloso, la ropa es lo que pilles que sea cómodo y te sirva si hace frio o calor. Así que la única preocupación es sólo que comer. Pan de pueblo (que no se pone duro y aguanta sin problemas), jamón y queso, algo de verdura para un ensalada, una empanada de jamón y queso (que le gusta a todo el mundo) y por supuesto, el plato estrella de todo dominguero y perdido de la cabeza que se va de camping en España: la tortilla de patatas. Que no se te olvide el aceite, que siendo de Jaen seria un pecado no nombrarlo.

Lo siguiente es preparar la furgoneta. Amplia y donde pueden ir todos los que vayamos. Lo de la comodidad es algo secundario en el viaje, hay que tener prioridades. Colocas cojines de casa y mantas, botellas de agua, gominolas y patatas diversas y el rollo de papel higiénico. No te sorprendas, ya sabéis que la vida es como es.

Y simple, adiós preparativos. No es necesario plantear un ruta, ni siquiera un destino, algunas veces ni siquiera saber cuantos días va a durar el viaje. Esos viajes son tan geniales que no necesitan nada más ya que todo lo que se añada, todo lo que se prepare, sólo lo estropea. 

Adoro esas horas de incomodidad y ruido de motor acompañados de carcajadas, fotografías comprometidas y anécdotas a tutiplén. Da igual que te duela el cuello o que los riñones te hormigueen, tu vas encantado porque vas con tu gente, haciendo lo que os apetece cuando os apetece.

Esos maravillosos viajes improvisados y divertidos, los puedes hacer con todo tipo de gente, de cualquier edad o gustos, sólo deben tener una condición, no tener problemas  con el tiempo. Cuando vas en un viaje en furgoneta tardas más, eso es obvio, pero también haces más paradas. Que a alguien le da gana de comer, pues paras, sacáis las mesas, las hamacas y las neveras azules de la playa. Pasas por un pueblo y ves que el nombre te suena al que una vez el vecino de tu primo dice que fue y que dijo que aquello era precioso, pues paras, te bajas y los buscas. Luego puede ser que fuera una birria, pero también puede que sea lo más maravilloso que has visto nunca. Y como no tienes prisa, como llevas todo lo que necesitas en la furgoneta, que más da las horas que tardes, nadie te ha dicho que no puedas hacerlo. Recuerdo un viaje a Portugal y que acabamos pasando por Salamnca, Ávila y Ciudad Rodrigo. Mi padre quería parar en este último pueblo, precioso y os lo recomiendo, porque fue la primera ciudad donde existió alguien con nuestro apellido en la actual España. Nos tiramos toda la mañana buscando el escudo de nuestra familia, no os voy a decir el resultado, sólo que las fachadas de las casas preciosas pero nos volvimos como estábamos. Sin embargo, ¿qué problema había? Ninguno, porque habíamos visitado un pueblo precioso. 

Esos viajes son de descubrimiento sin duda, pero también de descubrir si, pero porque te pierdes. En un viaje a furgoneta el GPS sólo puede utilizarse en caso de extrema necesidad, o sea, cuando no tienes ni pajolera idea de donde estas. 


Os lo aseguro, los mejores viajes del mundo no tienen porque durar meses, ni dar vueltas alrededor del mundo, 5 estrellas o servicio de habitaciones. No es necesario de cuesten miles de euros. Los mejores viajes, son de tortilla, pagar la gasolina a medias y hoteles baratos, sólo tienes que ir es bien acompañado.

Pd:bss Rosarico jajajaa ¿no querías que te escribiera? Jajaja

lunes, 3 de noviembre de 2014

El placer de engordar

Durante años hemos sido aporreadas con imágenes de mujeres demasiado estupendas e irreales, eso lo sabemos todas. Pero realmente las mujeres que nos han llegado al corazón son más divertidas y patosas que glamurosas. El mayor ejemplo es Bridget Jones. Que esta chica treinteañera estaba obsesionada con el peso es algo de dominio común y que guía toda la serie de libros y películas. Y realmente todas las mujeres tenemos ese complejo de señorita Jones. Algunas, como yo, hemos vivido tantas dietas y de tantas formas que ni siquiera me atrevo a contarlas. Todas las empiezas del mismo modo, con una persona diciéndote que con esa dieta jamás, jamás de los jamases engordarás. Y una perra chica pa ti!. 

Realmente estar a dieta es un suplicio. Antes de ponerte a dieta veías los dulces y las gominolas  con deseo, pero oye, es empezar una dieta y nuestro estómago se convierte en un trol que te hace salivar como a un perro con una salchicha ante el más mínimo síntoma de azúcar a kilómetros de distancia. ¡Sabemos querido estómago que ese paquete de donuts está de muerte pero no nos jorobes más la existencia! 

Y mientras adelgazas, ohhh, que sensación más plácida ir a comprarte ropa y llegar a la talla 42, y la pasas, y llegas a la 40 después de unas semanas y entonces, tras unas semanas más... Se abre ante ti un universo hasta entonces desconocido: la talla 38. Y tu haces el símbolo de la victoria y el baile de gorila en el probador, incluso te animas a un desfile de modelos por el pasillo de los probadores ataviada únicamente de tu futuro vaquero y tu sujetador. Realmente no sales en sujetador pa lucir palmito, es que estabas tan concentrada en abrocharte el botón que no te has dado cuenta de que salías del cúbiculo sin camiseta, ¿os ha pasado? a mi cada vez que bajo una talla.

En ese momento de éxtasis orgasmico, acudas a tu nutricionista más feliz que unas castañuelas a decirle "ay te quedas maja". Y entonces te dice "aún no estas en tu peso ideal".
¡Y unas castañuelas! Tengo la 38, que si, que me he probado todos los pantalones de la tienda en busca de los que pusiera la menor talla en la etiqueta. Que sí, que he tenido que dejar de respirar para abrocharlos y aún tengo la marca de las costuras tatuadas en color rosa en la piel. Pero tengo la 38.

En ese momento, en el que te ves tan buena que no puedes evitar decirte guapa y macizorra cada vez que te miras en el espejo, abandonas la dieta. 

¡Y ese es el gran momento! El verano está cerca, tienes tus fabulosos vaqueros y te sientes la tía más sexy del planeta. Es el momento fantástico para... ¡COMER TODO LO QUE NO TE DEJABAN! Oh adoradores donuts ¿por qué os había abandonado? Gominolas, pipas y cocido de la mama ¡cuanto os he echado de menos! Ese es el mejor momento de la dieta. Si queridas mías, el mejor momento de perder quilos no es perderlos, no es ese par de tallas menos... ES ENGORDARLOS! 

Señoras la comida es el mayor placer del mundo. No hay otro mejor, NIN-GU-NO. Y os voy  a explicar... ¡Porque es el único que puedes hacer en público! Los otros dos placeres conocidos en el mundo se mantienen, o en teoría deben mantenerse, en la intimidad. El primero es el que todas vuestras mentes pervertidas están pensando, el segundo, dar de comer al señor roca (el water vamos) ¿Estáis conmigo de acuerdo en que no hay mejor placer que comer? Se qué si, no disimuléis porque estéis aún asqueadas imaginándonos la señor roca. La vida es natural y hay que aceptarla.

Comer es un privilegio, hay tantas personas que no pueden hacerlo que despreciar la comida que podemos comer es un sacrilegio a todas las deidades del universo.

Por ello yo disfruto comiendo, no se puede despreciar a los dioses que luego te castigan haciendo que las grandes marcas de ropa reduzcan en centímetros las tallas. 

Debemos tener claro cuando parar una dieta. Debemos estar SANAS no ideales. La báscula de la farmacia y su odioso odiasisisimo papelito cruel donde te marca tu peso y justo debajo, como si se tratara de una broma pesada, el supuesto ideal, pueden irse al carajo. 

Debes ser sana y feliz. ¿Qué más dan los quilos? mientras tu salud no corra peligró los centímetros no deberían marcar tu vida. Simplemente detesto cuando un dietista mide tu cuerpo para asegurarte lo peligroso del mismo. Mi cuerpo, querido mundo, no es peligroso para mi. Yo soy peligrosa para mi cuerpo, y junto conmigo los estándares establecidos de belleza y supuesta salud. Señoras, no seáis idiotas, si queréis poneros a dieta, id a un nutricionista o a vuestro médico de la seguridad social. Pero no hagáis idioteces como las dietas de los colores, la manzana o las de las azafatas de Iberia. 

No pienso obsesionarme con el peso, no lo he hecho en todos los años que llevo a dieta no lo voy a hacer ahora. Siempre he ido a médicos y siempre lo he dejado  cuando he querido. Lo he dejado cuando me veía bien y punto. 



Señoras y señores, no estamos más o menos sexys, la realidad es que el peso nos jode más o menos sacando un número u otro. Porque nosotras y nosotros, y esta es la gran verdad , siempre estamos estupendos.